En medio de una inflación sin precedentes y una crisis de combustibles que sigue sin resolverse, gran parte de la población boliviana parece haber adoptado una actitud de resignación. Mientras no falten alimentos ni carburantes, muchos toleran el alza de precios, aunque la preocupación crece día a día. Los productos de la canasta básica han experimentado fuertes incrementos: en el Beni, por ejemplo, el kilo de carne supera los 60 bolivianos y el quintal de arroz, que antes costaba 200, ahora llega a 540. En Cochabamba, el precio del huevo pasó de 0.50 centavos a 1.60 bolivianos por unidad, según datos de la Cámara Agropecuaria.
En Pando, especialmente en Cobija, la situación es más complicada, ya que gran parte de los alimentos provienen de Brasil y Perú, lo que hace que el tipo de cambio influya directamente en los precios. Allí, el kilo de pollo se vende hasta en 45 bolivianos. El combustible también refleja esta crisis: en ciudades como Trinidad y Cobija, la gasolina se comercializa entre 30 y 50 bolivianos por dos litros, a pesar de que el precio oficial es de solo 3.74 por litro. La diferencia muestra claramente un mercado desabastecido y tensionado, donde los precios ya no siguen ninguna lógica estatal.
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