Bolivia se prepara para un balotaje presidencial histórico el próximo 19 de octubre, en medio de una crisis económica y una creciente polarización política. Las elecciones generales dejaron al descubierto tensiones sociales, fracturas internas y valores en disputa que reflejan un momento crítico en la historia reciente del país. Aún no hay un ganador definido, y la segunda vuelta será decisiva para el rumbo político de la nación.
La ciudadanía mostró un claro deseo de renovación, buscando opciones más allá del Movimiento al Socialismo (MAS), partido que gobernó por de dos décadas. Sin embargo, los candidatos finalistas, Rodrigo Paz del Partido Demócrata Cristiano (PDC) y Jorge Tuto Quiroga de Alianza Libre, no lograron conectar con la población. A juicio del economista Roberto Castillo, la guerra sucia dominó la campaña. La crisis económica, marcada por inflación, escasez de combustibles y devaluación, generó malestar en zonas urbanas y rurales, donde la gente siente que ningún político habla de sus necesidades.
El clima político también impactó la salud mental colectiva. La confrontación entre ciudadanos, los discursos agresivos y la falta de propuestas derivaron en ansiedad y frustración. Según la psiquiatra Raquel Caero, “los enfermos son los políticos y contagian”, haciendo referencia a la forma en que el conflicto político se trasladó al estado emocional del país. El proceso electoral dejó expuestas no solo las divisiones políticas, sino también el desgaste psicológico de una sociedad que enfrenta incertidumbre y desesperanza.
/// DLR // TARIJA ///
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